sábado, 21 de mayo de 2011

OJOS QUE NO VEN CORAZÓN QUE NO SIENTE. Cuando los procesos de exclusión escolar se vuelven invisibles.

OJOS QUE NO VEN CORAZÓN QUE NO SIENTE. Cuando los procesos de exclusión escolar se vuelven invisibles.

Y

UN ANÁLISIS DE ALGUNAS BARRERAS QUE DIFICULTAN EL AVANCE HACIA UNA ESCUELA PARA TODOS Y CON TODOS


Lo que pudieron ver todas mis compañeras en el Maestra Plácida, y lo que nos vinieron a contar de este mismo colegio Virtudes y el profesor de música, es precisamente por lo que se lastima Gerardo Echeita en el texto de “Ojos que no ven, corazón que no siente” y “Un análisis de algunas barreras que dificultan el avance hacia una escuela para todos y con todos”. Con los títulos ya nos dice todo, y es que hasta que no lo vemos o sentimos desde nuestra propia piel, no nos damos cuenta y, por tanto, no actuamos con estos problemas que se plantean en las organizaciones educativas a la hora de hablar de inclusión y educación integradora.
Este autor nos habla de una realidad muy presente, que tenemos por desgracia, en nuestra sociedad educativa, como por ejemplo del texto de “Ojos que no ven, corazón que no siente”: niños que sufren el rechazo escolar; y de “Un análisis de algunas barreras que dificultan el avance hacia una escuela para todos y con todos”: niños con discapacidades (alumnos de n.e.e.) que no pueden ir a una escuela normal y aunque unoc pocos centros les dejen ir, les mantenen aislados y rechazados. Todas estas barreras son las que dificultan que logremos tener una educación para todos.
Por mucho que ya hayan muchos estudios sobre ello, y mucha gente de esta profesión que se implique, todavía estamos muy lejos de que nuestras escuelas sean inclusivas. Estamos llenos de barreras para el aprendizaje y la participación, de exclusión por parte de niños con necesidades educativas especiales, por tanto, nuestras escuelas no son de integración. No en todas las escuelas sucede lo mismo, ya que sus maestros están abiertos a nuevas ideas, nuevos procesos (ya que son innovadores) que de alguna manera integren a todos los alumnos de su comunidad educativa. La verdad es que desde hace años hemos ido avanzando en esta inclusión, pero como dice Gerardo Echeita, es mejor en algunas ocasiones no ver en qué condiciones estan estos niños o adolescentes de necesidades educativas especiales en los centros educativos, ya que se sienten solos, marginados, como un cero a la izquierda. Me hizo recordar mucho en mi época del instituto, en la que recuerdo que cuando iba a 1º de la ESO había un grupo de gente con problemas mentales (deficientes) y más problemas de este tipo que los pobres estaban aparte y muchas veces se querían juntar con todos los demás “normales”, pero la mayoría no les aceptaba, ni el propio instituto se involucraba demasiado en ellos. Sólo unos cuantos profesores recuerdo que eran los que los llevaban con nosotros de excursión, pero otros muchos no. Además que como nos contó la propia profesora (Laura), que por mucho que estemos abiertos en la mentalidad por incluir a esta gente en nuestras aulas, si luego, por ejemplo, llega una persona en silla de ruedas y las aulas de las que disponemos no tienen pasillos por los que puedan transitar, ni mesas ni espacios en los que puedan sentire incluidos y, por tanto, aceptados, no estamos integrando de este modo a nadie. Fijate que esto también me recuerda a como es la facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense, la cual, a diferencia de la nuestra de Guadalajara, tiene todo preparado para gente que va en silla de ruedas y de hecho yo he visto ha gente con muletas, sillas de ruedas, etc. transitar como por su casa en dicha facultad, y es que allí si que tienen un modelo de inclusión- no para discapacitados ya que sólo pueden acceder hasta la educación que se considera como obligatoria. También cuando trabajé en el Corte Inglés, habían compañeras mías que sí que tenían un pequeño retraso mental y en cambio trabajaban mucho mejor que otras normales y eran mejores compañeras. A pesar de que el motivo por el que el Corte Inglés incluyera en su plantilla de empleados a gente discapacitada, no sea sólo por ser tolerante, ni por motivos de integración o inclusión, sino más bien intereses de comisiones, lo realizan y además quiero decir relacionar con esto lo que Gerardo Echeita expone en el texto, que por mucho que en algunas escuelas les intenten integrar en estas pésimas condiciones como les tienen, luego no les sirve de nada ya que tampoco encuentran la mayoría salidas profesionales. También tene mucha razón diciendo que es cierto que necesitamos emociones positivas para el cambio, empezando por la esperanza, una emoción imprescindible ante la evidente causa perdida que supone la inclusión educativa y que no consiste en una simple
visión ingenua y luminosa de la vida, sino en la capacidad de no entrar en pánico en
situaciones graves y de encontrar modos y recursos para abordar problemas difíciles” (
Fullan, 2001 p. 302). Ninguna línea de acción /investigación es por sí misma suficiente para cambiar las concepciones del profesorado y la gramática escolar que tan obtusamente se contrapone a nuestros valores, porque como se ha puesto de manifiesto por aquellos que llevan tiempo desarrollando estas iniciativas (Ainscow, 2005), el hecho de tener la oportunidad de enfrentarse a situaciones que pueden interrumpir el curso habitual de pensar puede crear un espacio para la reflexión sobre las propias ideas y esquemas de acción, pero no son en si mismos mecanismos que conducen al desarrollo de centros y prácticas más inclusivas. Pero sin tales oportunidades es seguro que ese progreso, aunque sea lento y complejo (Pozo, 2003) no llegará nunca.
Dadas las diferencias entre los alumnos, las concepciones del profesorado hacia la diversidad, la cultura escolar imperante en la mayoría de nuestros centros, los recursos disponibles, las normas existentes, etc., a lo que no nos debe conducir todo ello es a dar esta realidad por normal, sino a
poner de relieve la necesidad de seguir analizando las barreras que dificultan el progreso hacia cotas de mayor calidad, entre otras, en las dimensiones relacionales y afectivas recién analizadas, o si se prefiere, a pensar en los cambios necesarios para conseguir una mejor y más profunda inclusión de todos los alumnos.
Después de haber visto todas las opiniones que muchos maestros justifican como queja de que no pueden atender a estos niños, y que para ello se dediquen los especialistas en el tema (como son los psicólogos, psicopedagogos, los orientadores, los maestros de educación especial, etc) porque según ellos no están preparados para atender a tanta diversidad de alumnos ni mucho menos a los que requieran necesidades educativas especiales. Sé que es un camino muy dificil para llegar a la solucción adecuada, pero espero que poco a poco esta situación cambie, porque si nos pasara a nosotros o a nuestros hijos, no nos gustaría que la sociedad les diera de lado. Así pues, espero que poco a poco se tenga cada vez más en cuenta este tema y que a los que vamos a ser maestros nos preparen, como nos están haciendo (y si se puede más, pues más) para afrontar toda la diversidad de alumnos que existan y que podamos atenderles como sea necesario y ellos necesiten. No obstante, también creo que sería necesario, como nos ha hecho ver Laura en clase, que habría que modificar muchas más cosas, como es el currículo, la propia disposición de aulas en muchos de los casos, que en ls aulas que lo requieran meter más maestros y especialistas (como orientadores o psccólogos), etc., para que por fín, entre todos, logremos una verdadera escuela inclusiva, con unos modelos de convivencia integradores en todo su aspecto.

NEREA RUIZ MIRALLES

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